lunes, 2 de junio de 2014

El sol en nuestro huerto

Seguimos la aventura en Mi primer huerto urbano y en nuestro tercer post vamos a centrarnos en hablar del primer requisito imprescindible para poder cultivar nuestro propio huerto urbano: la luz.
Nuestras plantas van a necesitar la luz solar para realizar la fotosíntesis: ese proceso gracias al cual las plantas transforman la luz recibida a través de unas moléculas, las clorofilas,  en oxígeno y materia orgánica, que va a constituir su alimento.
Un buen horticultor debe conocer perfectamente la luz que van a recibir sus plantas durante todo el día, por lo que debemos saber dónde habrá sombra y luz –y cuánta- en cada momento del día.
Una vez que ya sabemos esto, podremos escoger las hortalizas que mejor se van a adaptar a las condiciones lumínicas que tenemos. Pero, claro, no basta con saber que a las 15 tenemos sombra en la parte izquierda de nuestro balcón. En concreto, hay cuatro factores que van a determinar la relación de la planta con la luz.
¿Cuáles son? La intensidad, la duración de la exposición, la calidad y la inclinación del terreno. Ahora que los hemos nombrado todos, vayamos por partes.
Primero, la intensidad de la luz, que va a depender de la luminosidad o de la calidad de la luz. Por ejemplo, la intensidad de la luz es diez mil veces mayor en un día soleado que en la puesta del sol.
Lo normal es que cuando hablamos de qué luz necesitan nuestras plantas nos estemos refiriendo a la intensidad. Según esto, vamos a encontrarnos con: plantas de sombra o que necesitan poca luz, plantas de semisombra o que necesitan una luz media o con plantas de sol o que necesitan mucha luz.
Como veis, se trata de tres grupos sencillos en los que dividir nuestros cultivos, por lo que no es difícil saber qué tipo de hortalizas debemos cultivar.
¡Ah! Aunque parezca evidente, a veces se nos olvida que la intensidad luz no va a ser la misma: va a cambiar, primero, a lo largo del día, por lo que a veces tendremos que mover nuestra planta de posición según la hora; segundo y más evidentemente, según la estación; y, tercero, según las condiciones meteorológicas.
Un consejo genérico que siempre nos va a venir bien: en verano –en el hemisferio norte, claro-, tenemos que tener especial cuidado con no dejar que durante las horas centrales del día la luz solar dé directamente en nuestras plantas, ya que pueden quemarlas o secar rápidamente la tierra.
Como hemos visto, la intensidad va a ser el factor más importante y que más debemos controlar, pero no es el único.
La exposición también va a jugar un papel muy importante, ya que es el tiempo que las plantas van a recibir la luz. Normalmente, nuestros cultivos –plantas de flor y hortalizas- van a necesitar unas seis horas.
En cuanto a la calidad de la luz, sólo debe preocuparnos si vamos a iluminar artificialmente una planta. De momento, nosotros, apostamos por la luz del sol.
Y, por último, debemos ver la inclinación del terreno. Para los que tenemos un balcón o un pequeño jardín esto no va a suponer un problema; pero para aquellos que tengáis un terreno quizás os interese saber que un terreno llano no recibe la luz de la misma forma que uno en pendiente; que si la pendiente está orientada hacia el sur, las plantas crecen más rápido, pero el suelo se seca antes; si está orientada hacia el oeste, las plantas reciben luz más horas, pero sufren más la lluvia; y si está orientado hacia el este, las heladas se notarán más.
Una vez sabemos todo esto, es el turno de ponernos manos a la obra, nos toca fijarnos en cuánta luz va a tener nuestro huerto urbano. Desde Semillas Huerta y Jardín, en los próximos posts, trataremos de poner nuestro granito de arena –o de tierra, mejor dicho- proponiendo cultivos para las diferentes condiciones lumínicas que tengamos.


¡A disfrutar del huerto!

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