miércoles, 11 de junio de 2014

Cultivos imprescindibles: el calabacín

En los últimos artículos, estamos centrándonos en el cultivo de diversas hortalizas que son imprescindibles en cualquier huerto urbano, por su versatilidad en la cocina y porque se adaptan bien a huertos de reducidas dimensiones como los que solemos tener en la nuestras terrazas, balcones o pequeñas parcelas de nuestras viviendas.
En el artículo de hoy vamos a hablar del calabacín. Su nombre científico es cucúrbita pepo y se trata de una planta anual de la familia de las cucurbitáceas proveniente de América del Norte. Hay diversas variedades de calabacín con frutos de diferentes colores (blancos, morados...) aunque el más común es el verde, cultivo muy apreciado y popular, como decíamos, por los muchos usos que se pueden hacer de sus frutos en la cocina.
Los calabacines de la variedad más oscura se siembran en marzo y, en mayo o junio, cultivaremos los tipos de calabacín de colores más verde claro o blanco. Debemos de tener en cuenta para su siembra que se trata de una planta con flores masculinas y femeninas por lo que, para realizar un buen cultivo, debermos de realizar una plantación cruzada.
En el caso del calabacín no es necesario que las semillas las tengamos primero en un semillero aunque, si optamos por esta opción, el momento de trasplantar nuestra planta es cuando tenga una altura de entre 10 y 15 centímetros. La colocaremos entonces en un marco de 100x100 centímetros. Si decidimos plantar en maceta, esta hortaliza necesitará una de unos 40 litros y una profundidad de 25 centímetros aproximadamente. Cuatro meses después de su siembra, será el momento de la recolección, un poco antes de que los frutos hayan acabado su desarrollo.
Para crecer sanos y fuertes, los calabacines necesitan un clima cálido, de ahí que se plante en primavera, para que su desarrollo se produzca durante los meses más cálidos del año. La temperatura óptima es de entre 20 y 25 grados pues no soporta ni las heladas ni tampoco el frío y necesita mucha luminosidad.
¿Y qué hay del suelo? Pues estamos tratando con una hortaliza que prefiere los suelos sueltos y que estén bien trabajados. Además, necesita un buen abonado orgánico de fondo, en este sentido, el calabacín es muy exigente así que, mientras dura su cultivo, le incorporaremos de vez en cuando abono en superficie para que esté bien nutrido. A diferencia de otras hortalizas de las que ya hemos hablado, esta planta necesita de riegos constantes y en cantidad. ¡Importante! Procuraremos no mojar las hojas ni el tallo para evitar la aparición de hongos pues ya sabemos que se desarrollan con más facilidad en entornos húmedos.
Además de hongos -el oídio es el que más daño suele hacer al calabacín-, este cultivo también es propenso al ataque de plagas, sobretodo, del pulgón, la mosca blanca y los caracoles. Afortunadamente, en este blog ya hemos hablado de cómo prevenir su aparición y cómo tratar estos problemas en cuanto veamos los primeros síntomas.
Con estas sencillas técnicas y recomendaciones, en pocos meses podremos disfrutar de nuestros propios calabacines, una hortaliza con grandes cantidades de vitamina A, agua e hidratos de carbono. Aún estamos en época de siembra de esta hortaliza así que, si estáis animados, pasaos por el catálogo de semillas de Semillas Huerta y Jardín y haceros con las vuestras para comenzar la siembra cuanto antes y ¡a disfrutar del huerto!

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