En
los últimos artículos, estamos centrándonos en el cultivo de
diversas hortalizas que son imprescindibles en cualquier huerto
urbano, por su versatilidad en la cocina y porque se adaptan bien a
huertos de reducidas dimensiones como los que solemos tener en la
nuestras terrazas, balcones o pequeñas parcelas de nuestras
viviendas.
En el artículo de hoy vamos a hablar del calabacín. Su
nombre científico es cucúrbita pepo y se trata de una planta anual
de la familia de las cucurbitáceas proveniente de América del
Norte. Hay diversas variedades de calabacín con frutos de diferentes
colores (blancos, morados...) aunque el más común es el verde,
cultivo muy apreciado y popular, como decíamos, por los muchos usos
que se pueden hacer de sus frutos en la cocina.
Los
calabacines de la variedad más oscura se siembran en marzo y, en
mayo o junio, cultivaremos los tipos de calabacín de colores más
verde claro o blanco. Debemos de tener en cuenta para su siembra que
se trata de una planta con flores masculinas y femeninas por lo que,
para realizar un buen cultivo, debermos de realizar una plantación
cruzada.
En
el caso del calabacín no es necesario que las semillas las tengamos
primero en un semillero aunque, si optamos por esta opción, el
momento de trasplantar nuestra planta es cuando tenga una altura de
entre 10 y 15 centímetros. La colocaremos entonces en un marco de
100x100 centímetros. Si decidimos plantar en maceta, esta hortaliza
necesitará una de unos 40 litros y una profundidad de 25 centímetros
aproximadamente. Cuatro meses después de su siembra, será el
momento de la recolección, un poco antes de que los frutos hayan
acabado su desarrollo.
Para
crecer sanos y fuertes, los calabacines necesitan un clima cálido,
de ahí que se plante en primavera, para que su desarrollo se
produzca durante los meses más cálidos del año. La temperatura
óptima es de entre 20 y 25 grados pues no soporta ni las heladas ni
tampoco el frío y necesita mucha luminosidad.
¿Y
qué hay del suelo? Pues estamos tratando con una hortaliza que
prefiere los suelos sueltos y que estén bien trabajados. Además,
necesita un buen abonado orgánico de fondo, en este sentido, el
calabacín es muy exigente así que, mientras dura su cultivo, le
incorporaremos de vez en cuando abono en superficie para que esté
bien nutrido. A diferencia de otras hortalizas de las que ya hemos
hablado, esta planta necesita de riegos constantes y en cantidad.
¡Importante! Procuraremos no mojar las hojas ni el tallo para evitar
la aparición de hongos pues ya sabemos que se desarrollan con más
facilidad en entornos húmedos.
Además
de hongos -el oídio es el que más daño suele hacer al calabacín-,
este cultivo también es propenso al ataque de plagas, sobretodo, del
pulgón, la mosca blanca y los caracoles. Afortunadamente, en este
blog ya hemos hablado de cómo prevenir su aparición y cómo tratar
estos problemas en cuanto veamos los primeros síntomas.
Con
estas sencillas técnicas y recomendaciones, en pocos meses podremos
disfrutar de nuestros propios calabacines, una hortaliza con grandes
cantidades de vitamina A, agua e hidratos de carbono. Aún estamos en
época de siembra de esta hortaliza así que, si estáis animados,
pasaos por el catálogo de semillas de Semillas Huerta y Jardín y
haceros con las vuestras para comenzar la siembra cuanto antes y ¡a
disfrutar del huerto!
No hay comentarios:
Publicar un comentario