Seguimos
con nuestro repaso a las amenazas que acechan a nuestro huerto
urbano. Habíamos comenzado a hablar de las plagas y, tras analizar
los pormenores de la más común, la del pulgón, vamos a centrarnos
hoy en la mosca blanca, un animalito que, si llega a convertirse en
plaga, puede ser muy dañino ya que su ciclo vital es de
aproximadamente un mes, lo que implica que puede tener hasta diez
generaciones en un año en invernadero. Al aire libre tienen como
mínimo, cuatro generaciones al año.
Una
de las características que comparten los tipos de plagas más
comunes que afectan a las plantas es que sus protagonistas se valen
de sus pequeños picos para clavarlos en las hojas de nuestras
plantas y chupar la savia. Característica que comparte la mosca
blanca, pequeñas moscas de color blanco de unos 3 milímietros de
tamaño, que se asientan principalmente en en envés de las hojas. La
mosca blanca, además, es polífaga lo que significa que ataca a
diversas plantas y resulta particularmente dañina en el tomate y en
plantas ornamentales.
La
parte positiva de la mosca blanca respecto a otras enfermedades
causadas por microorganismos es que este tipo de plagas se pueden
detectar a simple vista. Aún así, debemos tener claros los síntomas
en la planta: las hojas, al recibir la picadura, pierden el color y
adquieren un tono amarillento. Si el ataque es intenso, las hojas se
abarquillan y la planta puede, incluso, perder alguna de ellas.
Como
ya hemos visto con los pulgones, también en el caso de la mosca
blanca los problemas no solo vienen por la presencia de estos
animales sino porque favorecen al aparición de otras enfermedades
como las provocadas por el hongo negrilla que se desarrolla a causa
de la melaza que las moscas excretan sobre las hojas. A ello hay que
sumar que las moscas, al picar a las plantas, pueden transmitir algún
virus de un ejemplar infectado a otro sano y contagiarlo.
La
mosca blanca se convierte en plaga, sobretodo, en verano ya que las
altas temperaturas favorecen su crecimiento. También la humedad.
Pero
no os preocupéis porque, como todo, la mosca blanca también tiene
solución. Para evitar que se convierta en una plaga, podemos tomar
varias precauciones como, por ejemplo, mantener nuestro huerto urbano
siempre limpio de malas hierbas para que estos insectos no puedan
refugiarse en ellas.
Si
descubrimos ejemplares de mosca blanca en nuestros cultivos (recordad
que se agolpan en el envés de las hojas) podemos lavar la planta con
agua jabonosa lo que evitará que la plaga prolifere pero, si ya es
muy grave, se debe tratar la planta con productos usados en
agricultura ecológica, alternativas eficaces a los productos
químicos y que puedes encontrar en el catálogo de Semillas Huerta y Jardín.
Por
último, podemos valernos de la propia naturaleza para controlar las
plagas. Por ejemplo, plantar junto a nuestros cultivos especies más
sensibles, algunas de ellas aromáticas, que funcionan como repelente
sobre la mosca blanca como el tabaco ornamental o las caléndulas.
Además, también podemos hacer uso de los enemigos naturales de la
mosca blanca como la cales noacki, una especie de pequeña avispa, o
la encarsia formosa introduciendo algunos ejemplares de manera
controlada para que nos ayuden a acabar con la plaga.
Y
una vez libres de mosca blanca, ¡a disfrutar del huerto!
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