Ya
hablamos en el post anterior de una serie de cultivos que resultan
poco menos que imprescindibles en nuestro huerto urbano. Una serie de
hortalizas que, además de ayudarnos a mejorar nuestras técnicas de
cultivo y a seguir aprendiendo sobre este mundo maravilloso de la
horticultura ecológica, son de lo más útiles y sanos porque forman
la base de la dieta mediterránea y, cultivarlos nosotros mismos, nos
va a dar un plus de satisfacción cuando los preparemos.
Empezaremos
esta serie de artículos detallando la manera de cultivar y las
características de cada uno de estos cultivos con un clásico: el
lycopersicón esculentum, también conocido como el socorrido tomate,
originario de América pero clave también en nuestra agricultura y
alimentación. Además, es una planta muy recomendable para tener en
cualquier huerto urbano porque es un cultivo de alta productividad y
crece en casi todos los terrenos y climas.
Podemos
empezar a cultivar el tomate desde diciembre y hasta junio aunque al
principio de la primavera es lo ideal porque así será más fácil
evitar que se someta a heladas y fuertes vientos y podremos
procurarle las seis horas de sol que necesita como mínimo.
Sembraremos las semillas en semilleros y trasplantaremos las
plantitas cuando estén los suficientemente grandes como para
manejarlas, lo cual suele ocurrir en dos o tres semanas, unas cinco
semanas después ya podemos trasplantarlas a un marco de 80x50
centímetros como lugar permanente.
La
tomatera es una planta trepadora así que, desde el momento en que la
plantemos en el lugar definitivo, colocaremos a su lado una caña de
1,5 metros de altura, aproximadamente, e iremos dirigiendo su
crecimiento enrollando el tallo en la misma. Esto también servirá
para que los frutos no toquen el suelo y evitaremos así pudriciones
causadas por la humedad del suelo. En tres meses desde su planta ya
podremos recolectar nuestros ricos tomates.
Eso
sí, siempre que hayamos mantenido las condiciones necesarias para
este cultivo. Aunque ya hemos dicho que crece prácticamente en
cualquier terreno, procuraremos que el suelo de la tomatera esté
mullido, aireado y bien abonado. Necesitará temperaturas cálidas.
Lo ideal es que sea de entre 23 y 25 grados pero puede soportar hasta
35 grados, eso sí, nunca inferiores a los 10 grados.
El
riego del tomate debe de ser abundante aunque no demasiado frecuente.
En el capítulo del riego debemos de tener en cuenta dos
consideraciones importantes: por un lado, procuraremos que el suelo
esté siempre húmedo y, por otro lado, evitaremos mojar las hojas,
la parte superior de la planta, en definitiva, pues es un cultivo muy
dado a sufrir enfermedades y, como ya sabemos, la humedad es el
escenario perfecto para la aparición, sobretodo, de hongos.
Si
estáis dispuestos a probar con este fácil y agradecido cultivo, en
el catálogo de Semillas Huerta y Jardín tenéis lo necesario para
comenzar su siembra y para preparar el suelo con las condiciones
idóneas.
En
artículos posteriores iremos dando las claves para cultivar otras
hortalizas imprescindibles que harán de nuestro huerto urbano, y de
nuestras ensaladas, la envidia del vecindario. Mientras tanto, ¡a
disfrutar del huerto!
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